él puso a su nombre todas las olas del mar.
Se miraron un segundo
como dos desconocidos.
Todas las ciudades eran pocas a sus ojos,
ella quiso barcos y él no supo qué pescar.
Y al final números rojos
en la cuenta del olvido,
y hubo tanto ruido
que al final llegó el final.
Hubo un accidente, se perdieron las postales,
quiso Carnavales y encontró fatalidad.
Porque todos los finales
son el mismo repetidoy con tanto ruido
no escucharon el final.
Descubrieron que los besos no sabían a nada,
hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.
Se borraron las pisadas,
se apagaron los latidos,
y con tanto ruido
no se oyó el ruido del mar.
Ruido de frenazos,
ruido sin sentido,
ruido de arañazos,
ruido, ruido, ruido.
Joaquin Sabina
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